Entender que nos pasó y quiénes lo hicieron es esencial para defender nuestra salud y no perecer

No es una novedad la crisis social que repercute en la caída abrupta de la calidad educativa en los últimos 25 años, un cuarto de siglo tiempo suficiente para dejar heridas profundas en la estructura de sociabilidad de las personas.

Por Alejandro Cabrera

Esta grave apreciación es confirmada por los datos que arrojan las entidades que evalúan a los estudiantes, hoy nos cuentan que adolescentes de secundaria se encuentran con imposibilidad de comprender textos y que alumnos de cuarto año de primaria no pueden leer de corrido.

También sus padres perdieron el tren del lenguaje capaz de comunicar nuestro ser, nuestras vicisitudes y alegrías en toda su intensidad. Es esto lo que lleva a una sociedad que al no poder verbalizar sus conflictos y aspiraciones los manifiesta en síntomas diversos y confusos: violencia, sumisión, apatía, en fin una multiplicidad de factores nos exponen con fragilidad al deterioro de nuestra salud mental; lo que sumado a la imposibilidad de expresarlo termina conformando una sociedad patológica que requiere en tal punto de una política Supra individual o sea Estatal para generar acciones tendientes a atenuar y sanar la salud de la población.

Y es aquí donde nos centramos en nuestra aldea, nuestra casa, nuestra familia Villa Gesell y tratándose de consecuencias en la salud mental de la población no podemos desestimar las que dejaron subyacentes y comienzan a aflorar en la postpandemia. Consecuencias muchas inherentes a la misma y otras provocadas por políticas cerradas de aislamiento, negociados espurios con las vacunas y en nuestro distrito un evidente y multidenunciado abandono y falta de control y asistencia sobre los padecientes de covid-19.

Fue en medio de la pandemia que la jefa del servicio de Salud Mental del hospital, la psiquiatra Patricia Gómez dio un paso al costado «por una variedad de situaciones» (dixit). Ya para estos tiempos se percibían síntomas de atención urgente que el máximo responsable de los destinos ciudadanos Gustavo Barrera, desatendió a pesar de las alertas priorizando una alineación partidaria basada en la designación de funcionarios más aptos para la intrascendencia que para la eficiencia.

Es en ese marco de acefalía del área de la Salud Mental se hicieron cargo de ella en su momento y lo comunicaron oficialmente, la secretaria de salud Dra. Lorena Romero Vega y el director de Centros de Atención Primaria de la Salud y unidades descentralizadas, Dr. Sergio Pacchioni. Es funcionario declaró en una entrevista del día 6 de mayo del 2021 a este portal cuestiones relacionadas sobre el centro modular sanitario ubicado en 139 y avenida 15 y aludía que era «imprescindible y necesaria la falta de una planta de oxígeno y más personal para el seguimiento de los pacientes covid-19», una cuestión que los infectados y quienes hayan visitado el centro modular sanitario habrán comprobado no fue resuelto.

También en la misma entrevista no escatimó en culpar a los pacientes que hacen mal uso del 107 entorpeciendo y malogrando la perfección de sus acciones en pos de la salud pública. Otra vez la política de justificar la ineptitud volcando la culpa en el otro, en ese sujeto que no entiende que el dolor, el abandono y la humillación que le causó es en su puro beneficio pues la adversidad te fortalece o te mata…

Y así fue que muchos, de los que no murieron, cayeron, se deprimieron, se angustiaron y llamaron infinitas veces por un turno psicológico o psiquiátrico y se los diera a los tres, seis o nueve meses. Y mientras tanto los funcionarios médicos diciendo que todo estaba bien y haciendo diariamente transmisiones lo veíamos al intendente literalmente mintiéndonos en la cara a todos y enorgulleciéndose de cómo el sistema sanitario geselino estaba conteniendo la pandemia.

Algunos sobrevivieron heroicamente al sistema de descarte social, otros quedaron mustios, marchitos y oscuros, estos están escondidos y también están los que por no poder superar su situación y sentirse solos se suicidaron. No queda otra posibilidad por nuestra ignorancia científica que someternos a las prácticas políticas desconsideradas en lo humano y sin sustento científico, la subordinación al poder repitiendo conductas adaptadas a cada área y con el mismo objetivo. Si no lo sabemos hay que hacer silencio y hagamos como que sí.

«En el Caps de Mar Azul los doctores no duran porque la gente los maltrata», dijo el doctor Sergio Pacchioni. Al cuestionársele esa frase por falaz y mentirosa y que causó estupor en un encuentro de vecinos con autoridades en el centro cultural de Mar Azul Mercedes Sosa, el médico desató la ira y el descontrol. Sí, quien ese momento era responsable de la Salud Mental, generando un paso de tragicomedia procaz y exuberante, cual vedette desplumada bajando por la escalera y con maquillaje corrido, un maquillaje que jamás pudo alinear ni componer.

Así llegamos a los resultados de una gestión literalmente alocada suicidios, conflictos familiares cada vez más violentos, depresiones sin atención adecuada y hombres, mujeres y jóvenes víctimas de la ley de Salud Mental vigente… cómo no acordarse de Marcelo Medina y su no atención en el hospital esa madrugada en pleno brote psicótico acompañado por su padre y un policía, antes de desaparecer.

Geselinos vagando en las calles convirtiéndose a fuerza de la empatía social en personajes. El que te lleva el auto, el que te afana el auto del centro, el que olvidó una barra futbolera del conurbano y otros más. Así navegamos en este mar de incertidumbre donde un psicólogo empleado del municipio se hace cargo de justificar denuncias y faltas sanitarias mediante su permanente intervención en las redes, desconociendo la realidad y aseverando que la atención es la que no es. Ojalá dedicara el mismo tiempo a la función por la que cobra.

Lamentablemente tenemos que ubicarnos y entender el lugar al que pertenecemos. Hay muchos invisibles, desahuciados, pobres, feos, sucios y malos. Si no se defiende la salud y se exigen las prestaciones acordes, en algún momento quizás nos toque perecer.