Hay otra mirada sobre los padecimientos en salud mental y es la soledad de los familiares de los enfermos. Sin perder de vista la centralidad del enfermo de salud mental abordaré sobre lo que pasa con las familias de los enfermos y la relación de las mismas con los diferentes entornos y efectores de ese ámbito.
Por Mariana Ayala
Sin perder de vista la centralidad del enfermo de salud Mental quisiera abordar el tema sobre lo que pasa con las familias de los enfermos y la relación de las mismas con los diferentes entornos y efectores de “la salud mental”.
Muchas veces a los familiares se nos pide que abordemos la problemática sin darnos herramientas y el acompañamiento para poder hacerlo, nadie está preparado para enfrentar situaciones de desborde en donde a veces, producto de la desesperación, vemos al propio enfermo como nuestro enemigo. Claro está, el enfermo no es un enemigo, pero sus conductas y según la patología que sufra, los familiares más de una vez nos encontramos frente a situaciones de riesgo, de angustia y porque no decirlo, de auténtica desesperación no pudiendo gestionar nuestras propias emociones con la calma que se necesita.
Se nos pide calma, serenidad y firmeza frente al desborde, transitando la mayoría de las veces la problemática en la absoluta soledad.
En la primera etapa de la enfermedad, los familiares debemos aprender a autoregular nuestra propia angustia mientras muchas veces transitamos los pasillos de los juzgados de familia en donde se nos indican los infinitos, tediosos y hasta a veces contradictorios requisitos que debemos cumplimentar para el resguardo de la propia integridad del paciente y de terceros.
Todo esto lo debemos hacer por regla general en el medio de una crisis por parte del enfermo sin entender muy bien que está sucediendo y con la esperanza de que esta situación termine pronto, aunque muchas veces con el tiempo llega la confirmación demoledora… que esta enfermedad es crónica.
La angustia que nos generan las presentaciones en las comisarías es inmensa y una vez terminada la exposición, en más de una ocasión lo vivimos con culpa como si estuviéramos traicionando a nuestro ser querido.
Y por qué no decirlo, en este transitar más de una vez se deteriora nuestro propio vínculo con el enfermo, porque la enfermedad de Salud Mental es una enfermedad familiar, en donde por supuesto, sin desearlo, se dañan los vínculos del entramado familiar. El dolor y el sufrimiento no solo atraviesa al enfermo, los momentos de alegría y tranquilidad se retiran del seno familiar, dando paso a la tristeza y muchas veces a la desesperación. Mis palabras lamentablemente, si, lamentablemente están apoyadas en la experiencia de transitar esto que relato.
Muchas veces la red de contención de los familiares la encontramos por parte de «semejantes» que han pasado o están atravesando una situación similar, quienes por regla general pueden empatizar y comprender acabadamente el alcance de la desesperanza, la angustia y el dolor que significa este padecimiento compartido.
Vivimos en una sociedad donde el acompañamiento y la solidaridad pareciera tener su rol protagónico en lo digital, donde el comentario frente al hecho trágico se subordina a las redes y el acompañamiento en los problemas de salud mental no escapa a esta lógica.
Como sociedad estamos a la espera de una revisión y modificación de la Ley de Salud Mental (ley que leo y releo hace 5 años), que es una parte fundamental para la solución o el alivio de quienes padecen estas enfermedades, pero también de los familiares y amigos que los rodean.
También toca revisar el trabajo por parte de los efectores de salud (entiéndase profesionales) sobre la re vinculación entre familia/paciente.
Pero frente al hecho consumado de la declaración de una enfermedad de salud mental dentro de una familia, una de las cosas que más duele es la falta de apoyo por parte de los cercanos, ya no digo asumir un compromiso, solamente acompañar. En dónde un llamado o un mensaje con la simple pregunta: ¿cómo estás?, puede llegar a ser de un valor inconmensurable.
Si hay algo que tengo claro después de estos años, es que la tristeza y muchas veces la desesperación, son la compañía recurrente de los familiares de los enfermos de Salud Mental. Nuestro sufrimiento no alcanza a ser lo visible o comprendido que necesitaría ser, para que se nos abrigue desde lo formal y lo personal. Por eso, esta soledad que nos quiebra, seguramente no nos ayuda a ser lo totalmente fuertes y mantenernos enteros para permanecer ilesos frente a la batalla al lado de quien sin dudas, se lleva la peor parte de todo eso.