Todos saben y padecen las consecuencias de la carencia manifiesta del gobierno de Gustavo Barrera, pero el temor, la comodidad, el clientelismo y la militancia obsecuente le hacen la corte.
Ilustración: Goyena
Gustavo Barrera, como el rey de la fábula, está desnudo y la pandemia fue la que lo dejó más visible que nunca.
El sistema de salud pública, la inseguridad y el crecimiento desmedido de asentamientos preocupan a gran parte de la población permanente como a los propietarios no residentes que ven caer a La Villa y perder su espíritu fundacional. Sin embargo, los bufones a sueldo y los acomodados de siempre, mantienen la pantomima aludiendo que «sólo los tontos no pueden verlo».
La ola de 1.600.000 pesos que compró el intendente Gustavo Barrera al comienzo de la pandemia por Decreto, como el rey del traje invisible más bello del mundo pagó un buen dinero a los sastres, es solo una de las tantas coincidencias entre la fábula de Hans Christian Andersen y la gestión municipal geselina.
Un intendente que se acostumbró a tener siempre la razón, a equivocarse y no aceptarlo o reconocerlo, a dar un mensaje en sus discursos y accionar en otro sentido en sus actos de gobierno, llegó a fin de año sumido en una realidad que no es la que viven muchos geselinos.
Sus funcionarios, algunos de ellos, son la corte perfecta que cualquier mandatario pueda soñar. Imitan sus actitudes confrontativas y arrogantes y lo peor de todo… niegan la realidad que los vecinos gritan a los cuatro vientos. Ven al rey envuelto en nada, pero adulan su traje, es parte de su función y eso les asegura la comodidad y la seguridad que actualmente y en plena pandemia no abundan.
En materia de salud no hay nada que se pueda desmentir, el velo se cayó y hasta los trabajadores del hospital y centros de salud pusieron en evidencia lo que viene advirtiendo el pueblo y algunos referentes sociales, que se atreven a ser ese niño de la fábula que descubrió que el rey estaba desnudo y lo gritó en medio de la muchedumbre.
El desorden, la falta de planificación y el amiguismo político se respira y comprueba en cada rincón de los espacios municipales. Lo peor de la burocracia estatal se mezcla con el vil clientelismo y la cada vez más común discrecionalidad. Los silencios y las voluntades se compran con subsidios y con ellos se siembra el temor.
Un intendente que se cansó de hablar de cuidado y protección, desestima la labor profesional del personal de salud y jugó a hacer un hospital que sin la ayuda de Nación o Provincia, sólo seguirá siendo una «losa hermosa», como lo mencionó la vicegobernadora Verónica Magario cuando visitó Gesell hace un par de meses.
Barrera levanta la bandera del acceso al hábitat y sigue permitiendo que muchas familias vivan en condiciones tan precarias como riesgosas y no termina de empujar con el gobierno provincial de una vez por todas, que las casas abandonadas del barrio ex Foecyt, dejen de ser un cementerio de ladrillos apilados entre los que crecen plantas fruto del abandono.
La inseguridad que rodea a su reino es algo que desde el primer día de su gobierno no puso encauzar y que, aunque el y su equipo de gobierno se encargaron de olvidar, el verano pasado ocasionó la muerte de un joven turista en uno de los peores ataques criminales de nuestro país, que dejó en la vidriera del mundo una Avenida 3 despojada de seguridad.
Pero el rey, que hace alarde de una situación epidemiológica que ni él se cree, se sube a ola fetiche y pregona que la ciudad en la que reina es el segundo destino elegido por los turistas en la provincia de Buenos Aires, mientras varios referentes de la hotelería y el turismo local ya están en posición de alerta por el bajo porcentaje de reservas en la parte más urbana de la ciudad, preocupa y mucho.
El reino del revés del Ejecutivo munipal, que aprieta a los contribuyentes contra la pared con un nuevo aumento de tasas que en muchos casos no contrapresta con nada, se mantiene gracias a un pueblo aplacado por la pandemia y cansado de ver siempre la misma función.
Una función con una escenografía redundante en plazas, sendas de polvo de piedra, arreglos y reacondicionamientos siempre en las cuadras del centro de la ciudad, obras en construcción fuera de regla, barrios a medio urbanizar y falta de servicios casi total en las localidades del sur. Esas localidades que son el tesoro de su riqueza y que con un nuevo código de ordenamiento urbano teñirá lo verde de gris.
Por ahora, el rey se mira y no descubre la verdad… se ve vestido, aún desnudo.